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Tan lejos, tan cerca (cuarentena)

  • Foto del escritor: Afrodita Moderna
    Afrodita Moderna
  • 1 ago 2020
  • 2 Min. de lectura

El positivo en la pcr le había dado un par de semanas confinado en casa, encerrado en una habitación para no contagiar a su novia que por suerte había dado negativo. Llevaba ya unos días encerrado en la otra habitación, aprovechando para ponerse al día con Netflix y un par de libros, pero echaba de menos a rabiar a su Lola. Pensando en ella estaba justamente esa noche cuando unos suaves golpes en la ventana lo sacaron de su ensoñación. En medio del balcón, al otro lado del cristal se encontraba su novia, envuelta en un suave kimono verde, con motivos tropicales. La sonrisa pícara en sus labios jugosos, y ese brillo travieso en los ojos de aceituna... Nil supo en seguida que tramaba algo y dejó lo que estaba haciendo para prestarle toda su atención. Lola deslizó sus dedos lentamente por la tela del kimono y deshizo con calma el lazo para dejar su cuerpo al descubierto, pues no llevaba nada más que la vaporosa tela. Nil se relamió los labios expectante y se estremeció cuando ella se acercó al cristal y se apretó contra este: los pechos apretados contra la ventana y los pezones erectos por el frío material, los labios besándolo a distancia. Nil se levantó como un resorte y le devolvió el beso des del otro lado del vidrio. Las manos recorriendo las curvas de su cuerpo, y el pene duro y erecto enganchado al cristal cómo si pudiera cruzarlo, las caderas moviéndose casi sin que Nil se diera cuenta, trazando círculos a la altura donde quedaba el coño de ella, con el pene ansioso por entrar en su interior. Pero hoy el juego tendría que ser a distancia, a través de esa ventana, prescindir del tacto para recrearse en la visión. Lola se contoneó contra el vidrio, siguiéndole el juego, mientras los labios dejaban escapar suspiros y suaves gemidos que Nil no necesitaba escuchar pues tenía esa deliciosa banda sonora grabada a fuego a su memoria. Siguieron bailando pegados y a la vez separados durante unos segundos, disfrutando de este momento de intimidad y encuentro tras días de calentarse por chat: lentamente los dedos de Lola se deslizaron en su humedad, recorrieron con facilidad los labios, los genitales ya empapados de deseo; la mano de él aferró con fuerza su miembro, con una firme excitación y recorrió su extensión añorando la dulce humedad de ella, dispuesto a aprovechar este maravilloso regalo que le haría más llevadera la espera de la cuarentena.

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